Tríada Primate

Poesía y Humanidades

Personas rompecabezas: el otro que amamos | Deconstruyendo la otredad #18

4 minutos de lectura

Deconstruyendo la otredad #18, una columna de Beli Delgado


La idea de descentralizar la imagen de una persona se me hace demasiado fantástica. Y me parece que ello se logra únicamente cuando se comparten diversos discursos mediante los que construimos nociones de los demás de acuerdo a nuestras experiencias, lo cual nos forja a nosotros como personas y también a nuestras versiones de la realidad.

Siempre hablamos de temas vastos que se nos escapan de una u otra manera, porque delimitar —especialmente— supone mucho detalle, debido a que al hacerlo —o al intentarlo— se crea un  supuesto bloque puntual, se busca su rigidez para dar cuenta de él con la mayor claridad; no obstante, para colmo, consigue generar lo que pretendemos difuminar: las generalizaciones y sus efectos.

Creo que podemos pensar en una persona como un bloque con líneas definidas, por un lado tiene un cuerpo, un lugar de origen, una red de relaciones, y una supuesta forma de comportarse y pensar. Tiene preferencias, límites y hostilidades. Tenemos un espacio ocupado por distintas características, que podemos oponer o contrastar con otras.

Sin embargo, pensar acerca de una persona en especial, nos hace ver cómo las ideas rígidas no nos llevan a nada, la flexibilidad nos abre más oportunidades reales para una convivencia sana y respetuosa que nos lleve a la armonía. En otras palabras, a asimilar la diferencia, a comprenderla, en vez de tolerarla. Porque, aunque partamos de un marco específico, siempre está latente la posibilidad de cambio, de desarrollar diferentes pensamientos y actitudes que los demás esperan; y ello es natural y me parece, en algún grado, saludable.

Las personas somos así, inevitables de cierta forma. Estamos aquí, ocupando espacio del universo y podemos movernos, cambiar, decir y hacer cosas diferentes de las que esperan de nosotros. Somos un continuo, cabe resaltar, ondeante.

Nosotros somos; ellos, también.

Con ellos me refiero a los personajes en las obras literarias que nos muestran cuestiones que muchas veces nos dejan pensando algo de tiempo, nos dan templanza o nos destruyen. Como decía nuestro bien conocido Aristóteles, entendamos el arte como la imitación de la realidad. Por ello me viene a la cabeza Yukihiko Nishino.

Yukihiko Nishino es el personaje principal, de puntas varias, de una narración suave y caleidoscópica en “Los amores de Nishino”, escrita por Hiromi Kawakami. Cuando uno termina esta novela, se da cuenta de que la idea que tenemos de Nishino es ambigua, y eso se debe a que es una persona construida a partir de las versiones de algunas de sus amantes, a las que quizá amó en distintos momentos de su vida, con diferentes versiones de él mismo; y aunque suene un poco cliché, debo decir que transmite una imagen de Nishino muy real, vívida y compleja, desmenuza cómo son los sentimientos de una persona, su naturaleza y su travesía por el amor durante una temporada.

Nishino se expande como una persona con múltiples centros y ello no quiere decir que sea una persona falsa o engañosa, Nishino resuena y se complejiza dependiendo de la persona que lo vivió en un momento y de una forma específica. La imagen de Nishino es un centro visto desde varias distancias, perspectivas, humores y movimientos.

Nishino es el otro.

Nos hablan de Nishino pero él no nos habla directamente, lo conocemos por medio del discurso de personas que lo han amado —aunque eso no quiere decir que lo han llegado a conocer profundamente o a ser íntimas de él—. Sin embargo, no es un otro ingenuo, es varios, y a cada uno se debe, por increíble que parezca. Es todos y no es ninguno. Nishino abraza cada otredad por la que nos es presentado, cada versión tiene alguna particularidad y por medio de cada matiz vemos un amplio panorama de lo que es él. Observamos pues, un panorama que no se compara con lo que ve cada chica, como lectores, podemos ver ampliamente gracias a los discursos de cada versión de él.

Una joven dice: “Ni siquiera se me había pasado por la cabeza que pudiera esconder una historia así dentro del sano e impecable sistema de músculos y piel que lo envolvía” (220), cada una ve un perfil, una pestaña, un dedo de él, porque es lo que quieren ver y porque es lo que más les gusta o llama la atención de Nishino, y él es cada una de esas perspectivas.

Nishino, a final de cuentas se presenta como un rompecabezas de piezas amplias, de colores bien distintos y que, sin embargo, tiene piezas perdidas que no le impiden existir y ser construido, mantenerse en pie por medio de las voces de mujeres que probablemente amó.

Me parece que todos somos potenciales rompecabezas, por medio de los discursos de las personas que amamos se puede crear una imagen de todo lo que somos, de nuestros centros, de nuestras otredades, de nuestras versiones expansivas, versiones verdaderas pero nunca definitivas. Todo ello nos hace poseedores de tantas piezas, de varios centros que hacen que los demás entren en conflicto al repensarnos, sin embargo, que eso jamás nos detenga a limitar nuestras piezas por no romper cabezas.


Kawakami Hiromi. Los amores de Nishino. Barcelona: Alfaguara, 2017.