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Poesía y Humanidades

¿Por qué amamos a los villanos? | Versailles Anime #31

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Versailles Anime #31, una columna de Francisco Maldonado


Jens Kjeldgaard-Christiansen, de la universidad de Aarhus en Dinamarca, ha realizado investigaciones muy interesantes, las cuales exploran la ficción desde un punto de vista social y de la psicología evolutiva. Una de las ideas que se pueden tomar de esos estudios tiene relación con pregunta de esta columna; y es que, entre muchas cosas y aunque lo neguemos, la naturaleza de la villana o villano en un producto de ficción como el anime, puede llegar a ser mucho más humana y real que la artificialidad a la que nos acostumbraron en la figura del héroe, dentro de lo que llamamos sociedad o civilización. Esta idea es bastante reciente, si tenemos en cuenta el gran marco que representa la historia de la humanidad y su evolución, y es que hemos avanzado mucho más rápido de lo que nuestra genética necesita para adaptarse; esto explica que aún tengamos miedos y conductas instintivas, como el miedo a la oscuridad, comidas que de forma ilógica rechazamos desde pequeños, y hasta el racismo, el cual no estoy justificando, sino más bien, exponiendo.

Para funcionar, la sociedad necesita que existan ciertas reglas y que todo individuo las cumpla, esto sin tener en cuenta más temas como la cultura, la religión, etc. Esto hace de la sociedad algo mucho más complejo de lo que suponemos debería o podría ser en un principio. Tanto en el trabajo de Jens Kjeldgaard-Christiansen, como en estudios acerca de la testosterona de Michael Zitzmann, se llega a la conclusión de que muchos comportamientos sociales bien vistos y valorados, no se dan por la naturaleza de una persona. En los estudios de la testosterona antes mencionados, se trata de entender la función de esta hormona en nuestro cuerpo, ya que la idea de que esta solo sirve para volvernos más agresivos y aumentar la energía, no es del todo cierta. En dichos estudios, se logró comprobar que, cuando los sujetos de prueba recibían la hormona, sus habilidades sociales, analíticas y de liderazgo, aumentaban significativamente.

Christiansen resume esto en que las habilidades sociales son adaptaciones del individuo para escalar o encajar dentro de lo que este entiende por sociedad. Seguramente eso suena obvio, pero conceptos como la bondad o la humildad, hacen que nuestra manera de significar la realidad cambie completamente. Pues, como mencioné antes, temas culturales como la religión pueden alterar por completo los mecanismos lingüísticos con los que establecemos nuestra relación con el mundo. El ejemplo perfecto es la caída de Roma, la cual entre muchos otros aspectos, se dio por la adopción del catolicismo como religión oficial del imperio. Roma se había caracterizado por ser implacable y cruel, pero con la adopción de estos nuevos valores, palabras, significados y significantes, su estructura se volvió por decirlo de alguna manera, mucho más “blanda”, por lo que resultó mucho más sencillo doblegar sus fuerzas, tanto desde fuera como desde dentro.

Todo esto no implica que el ser humano sea malo por naturaleza, ya que en muchos estudios se menciona que cosas como la empatía son casi innatas del individuo. Y a su vez, eso tampoco significa que somo tan buenos como creemos. A lo largo de la historia, podemos encontrar costumbres socialmente aceptadas, que al día de hoy pensaríamos que son solo ficción. Por lo que basta una simple búsqueda en Google o YouTube, para encontrarnos con costumbres socialmente aceptadas en civilizaciones antiguas, que actualmente nos horrorizarían. Esto, sin tener en cuenta que los conceptos de bondad o maldad, los hemos ido construyendo y modificando nosotros mismos a lo largo de la historia. Todo esto, podría explicar desde dos puntos de vista, la razón por la que nos sentimos tan atraídos hacia los villanos.

La primera explicación, es que estos, no se ven atados a las reglas todo el tiempo; tienen el poder y la libertad para actuar, para no reprimirse. Es fácil sentir atracción por un villano, pues de cierta forma, nos muestra esta fantasía de no jugar bajo las reglas establecidas, de resolver las cosas por nuestra cuenta o actuar como solo nuestra mente sabe que lo haríamos. Y es justo aquí, donde podemos explorar algo interesante, el efecto lucifer. Este habla de que cualquier persona es capaz de cometer actos atroces, sin que el contexto que rodea el acto, sean necesariamente situaciones o condiciones límite. Muchos psicólogos señalan a la ficción en cuanto a la manera en que esta nos presenta a los villanos con trastornos mentales de una forma “cool y entretenida”, es decir, romantiza las enfermedades mentales. Dentro de este señalamiento, ellos nos recuerdan que, por ejemplo, la figura del psicópata que la ficción nos muestra, representa solamente el 1% de la población, y si hablamos de las cárceles, el porcentaje es aún menor. La mayoría de crímenes, no lo cometen psicópatas, sino más bien, personas que podríamos llamarlas, “normales”, que aparentemente no tienen ningún problema psicológico.

A partir de aquí, podemos tomar como punto de referencia el experimento de Milgram, el cual fue llevado a cabo por Stanley Milgram para la universidad de Yale en Estados Unidos. Este, buscaba estudiar el comportamiento de una persona para obedecer a las órdenes de la autoridad, aunque éstas entren en conflicto con su conciencia personal. En esencia, darle choques eléctricos a una persona (actor), cada vez que esta fallaba en responder una pregunta. Al inicio, los participantes se sentían incómodas con su asignación, pero tan solo con insistir un poco, continuaban, a pesar del dolor que le infringía a quien fallaba. El estudio arrojó que, el 80% de los sujetos de prueba, llegaba hasta el final del experimento.

Aunque parezca que el estudio está siendo sacado de contexto, hay muchos casos a lo largo de la historia, los cuales demuestran que estos resultados, son completamente ciertos. Para no complicar mucho más el tema, podemos tomar como ejemplo a los nazis y los juicios de Nüremnberg, donde la gran mayoría de los acusados, se justificaban diciendo que solamente seguían órdenes. Esto, que tan solo parece una excusa muy simple, pasa más a menudo de lo que nos imaginamos. Se sabe que el ser humano se quita responsabilidad sobre sus actos cuando está siguiendo órdenes. Por lo que, en relación con los villanos, también podemos entender o como mínimo, especular, que esa conexión está ligada al hecho de que ellos no necesitan justificarse, no deslindan su responsabilidad, sino que, asumen esa oscuridad como propia.

La segunda explicación que le podemos dar, gira alrededor de algunos aspectos que los villanos muestran, como la dominancia, las buenas habilidades sociales e inteligencia; cosas que son altamente valoradas no solo a nivel social, sino también en nuestra parte más primitiva. Por mucho que hoy en día nos guste justificar y llamar a todo como una construcción social, hay muchos estudios que demuestran que hay cosas que se dan por predisposiciones genéticas, procesos químicos, etc. Aunque también, no podemos negar que hay condiciones materiales que determinan o dan lugar a muchos de estos comportamientos.

Todo esto, lo podemos colocar dentro de la ficción, a través de lo que la psicología llama la “triada oscura de la personalidad”. Estos, son tres rasgos que se pueden observar en mayor o menor medida en las personas, pero resulta más usual, en aquellas personas con trastornos mentales o de la personalidad. Ahora bien, aquí hablamos de que estos rasgos se manifiestan de forma elevada, ya que, en esencia, toda persona los tiene. Estos rasgos son: narcicismo, maquiavelismo y psicopatía. Si ponemos el foco de la ficción encima, esto se vuelve aún más interesante, porque la mayoría de villanos considerados “más carismáticos”, cumplen con estos rasgos. Cosas como el concepto muy elevado de sí mismo, egoísmo, falta de empatía por los demás, disfrute de las emociones negativas en otros, pensar solo en el beneficio propio, son el detalle general de estos tres aspectos.

El nombre Vegeta, creo que resulta familiar para la mayoría. Pues, el personaje de Akira Toriyama, reúne estos tres rasgos, obviamente tiene capas emocionales y dramáticas que lo hacen esto menos evidente a primera vista, pero fue reconocido por el mismo autor de Dragon Ball, que esa su intención fue plasmar estas características en él. Cuando uno piensa en la conceptualización y creación de un personaje antagónico para una historia, asume que la recepción será de rechazo y no lo contrario, pero lo artificial de la bondad como concepto y del héroe como figura, hacen que aquellos que son los “malos”, nos sean más cercanos. Los héroes son perfectos, lo pueden todo en todas las ocasiones, siempre ven el lado bueno a las cosas, ven el vaso medio lleno, destilan positivismo y aunque no sean inteligentes o capaces, siempre consiguen lo que quieren. De ahí que obras como Shingeki no Kyojin, Code Geass, Death Note, One Piece o Full Metal Alchemist, logren conducir de forma acertadamente ambigua los conceptos del bien y el mal, del héroe y el villano, de tal manera que, no todo lo bueno sea bueno todo el tiempo, ni tampoco lo malo resulte así en cada ocasión.

El villano no encaja del todo, sus experiencias de vida son duras, su pasado no necesariamente lo lanza hacia un mejor presente o futuro. El héroe, es un huérfano, pero a su vez es millonario y es el elegido. El villano tiene una perspectiva que pocos comparten, y no siempre está equivocada. No siempre logra sus objetivos, aunque se esfuerce al máximo; la vida resulta injusta con ellos, aunque no hayan hecho nada malo, es decir, cosas que se apegan mucho más a una persona real, de carne y hueso, que no es el elegido, no es popular y que no se queda con la chica. El villano normalmente es el subordinado pasando por el peor de sus días, y todos hemos tenido un mal día.

Todo lo que se necesita para convertirse en alguien como yo, es tener un mal día.

Joker – La Broma Siniestra (Alan Moore) – 1988