Fragmentos de líneas fantasmagóricas #01, una columna de Juan García Hernández
En el presente texto, nuestra intención radica en explorar brevemente una serie de apuntes que nos permitan aproximarnos a la pregunta; ¿cómo se leerá poesía en el siglo XXI?, veremos que para responder dicha cuestión es necesario delimitar al menos tres aspectos que se articulan en la pregunta atisbada; leer, poesía y futuro.
Como sabemos, el acto de leer podría considerarse como el centro de todo lo relacionado a la vida literaria, y en general, este acto puede definirse como la actividad que ejecuta el ser humano para unir la escritura y el lenguaje, además podemos agregar que leer confiere sentido, y por sentido nos referimos a la capacidad de producir un cambio de significación a un objeto material o evento, en consecuencia resulta viable decir que gran parte de nuestra existencia nos la pasamos leyendo, desde las incansables notificaciones de redes sociales que se aglutinan en nuestro dispositivo móvil hasta las interminables páginas que conforman la bibliografía de aquella investigación correspondiente al final de semestre, de tal modo que abrir una notificación de Facebook y recorrer el pensamiento de Markus Gabriel en un libro, tienen en común el hecho de que ambas generan sentido, porque producen un cambio de significación, en el caso de la notificación, la imagen que aparece en nuestra pantalla es más que una serie de elementos pictóricos y letras ordenadas entre sí, de tal modo que puede significar para nosotros un recordatorio, una interacción con un amigo, etc., y en el caso del libro, las letras impresas son más que trazos negros sobre un papel en blanco, en la medida en que podemos leerlas como el conjunto de reflexiones de un pensador alemán. Sin embargo, por qué nos detuvimos en esta obviedad sobre lo que implica leer, pues justamente porque en nuestro presente, se vuelve necesario meditar sobre la relación que establecemos con la tríada; lenguaje, escritura y lectura ya que con el advenimiento de los ecosistemas digitales que habitamos a diario aquel vínculo se torna mucho más sombrío y distante.
Probablemente, reflexionar sobre aquella tríada que se anuda en el acto de leer sea una tarea correspondiente a la hermenéutica, literatura o incluso a la cibernética, como lo han demostrado autores como Gadamer, Gabriel Zaid, o Norbert Weiner, sin embargo, recientemente una nueva generación de escritores y poetas se han nutrido de la reflexión sobre aquella tríada para generar nuevos modos en los que se constituye la poesía en un siglo caracterizado por el reino de lo digital. Uno de ellos, Kenneth Goldsmith, escritor norteamericano famoso por re-escribir una entrega del New York Times para formar su obra titulada, Day, nos conduce a pensar el modo en que podemos ilustrar la problemática relación entre, lenguaje, escritura, lectura y seres humanos;
“Lo que entendemos como gráficos, sonidos y movimiento en el mundo de nuestras pantallas es tan sólo una delgada epidermis debajo de la cual se encuentran kilómetros y kilómetros de lenguaje. En ciertas ocasiones atravesamos la epidermis y percibimos que nuestro mundo digital se alimenta de lenguaje”[1]
La interpretación del fragmento puede resumirse en lo siguiente, toda interacción en la red, está constituida por una serie coordinada y cuidadosamente administrada de kilómetros de código alfanúmerico y quizá este hecho no parece tan evidente porque no vemos detrás de la pantalla, no tocamos la piel del lenguaje que está detrás y que a su vez la soporta, el mismo texto que ahora leemos independientemente de si sea en formato impreso o digital pasó por una serie de procesos recubiertos de código alfanúmerico, en ese lugar las letras y los números armonizados algorítmicamente entre sí presentan la punta del iceberg de no solo la literatura del porvenir, también las palabras parecen adquirir una mayor actividad y sin sospecharlo condicionan nuestra manera de leer, pues aquel lenguaje digital ya ni siquiera es leído por seres humanos sino por máquinas, por ende, nuestra relación con las palabras cambia pues ahora el lenguaje se torna ilegible.
Para ampliar esta observación, ahora tratemos lo relacionado al futuro de la poesía, pero ya no restringiéndola al ecosistema digital, sino ahora, la abordaremos a partir de un proyecto que entrelaza varios saberes que parecieran estar distantes pero que en el fondo se unen gracias a la dimensión material que puede adquirir el lenguaje. En función de esta búsqueda, meditemos la siguiente interrogante; ¿será posible que la poesía perdure más allá de la vida humana?, esa es la pregunta que se hace Christian Bök, en su obra The Xenotext, quien al final del libro resume su propuesta como:
“un experimento que explora el potencial estético de la genética, haciendo literal el renombrado aforismo de Burroughs, quien declara que ‘the word is now a virus.’ Así, un experimento se esfuerza por crear algo bello, un poema anómalo, cuyas palabras alienígenas posiblemente subsistan como un inofensivo parásito, dentro de la célula de otra forma de vida”[2].
Resulta bastante interesante ahondar en dicho experimento poético ya que trabaja con la intervención genética de una bacteria, modificando su información genética con un “poema”, el cual es un lenguaje escrito a partir de las letras de los nucleótidos del ADN, y, por tanto, induce en la bacteria la posibilidad de leer aquel poema, en la medida en que interpreta aquella información para generar una respuesta[3].
Este “poema” escrito por Bök, no es legible por el hombre y además yace inscrito en otro ser vivo, en consecuencia, podemos decir que técnicamente no es un poema, sin embargo, lo que está en juego en esta propuesta radica justamente en la posibilidad de considerar la riqueza del lenguaje más allá de la letra impresa, a tal punto de traspasar las fronteras del alfabeto mediante la manipulación de solo cuatro letras, pero que unidas entre sí pueden resultar en múltiples combinaciones gramaticales que a la postre podrán conformar una estructura poética.
Lo anterior nos conduce a retomar lo que en un principio habíamos anunciado, ¿cómo leer poesía en el siglo XXI?, probablemente la respuesta descansa en una larga meditación sobre la actitud con la que asumimos el lenguaje y la escritura, en la medida en que debemos comenzar a deshacernos de la visión tradicional de que el lenguaje solo es un medio para comunicar ideas, para arribar a otra visión que incluya otros modos de ser del lenguaje, pues como hemos tratado de advertir la materialidad del lenguaje rebasa los códigos que nosotros mismos hemos establecido, hasta arribar a una realidad que se vuelve ilegible.
Para terminar, me aventuro a pensar que los posibles futuros de la creación poética, probablemente ya no brote de la intervención humana en tanto la mano que escribe, sino a partir del vínculo entre máquinas, algoritmos o laboratorios químicos, por tanto, ¿dónde queda el poeta?, para nosotros, este deberá asumirse como una especie de mago-fantasmagórico que para perpetuar su existencia tendrá que aspirar a la elaboración de actos para hacer legible la realidad aunque esta ya no sea leída por humanos.
Notas
[1] Goldsmith, Kenneth, Escritura no-creativa: La gestión del lenguaje en la era digital, p. 27
[2] Bök, Christian The xenotext, p. 150
[3]Recomendamos el siguiente video para una mayor comprensión del proyecto: https://www.youtube.com/watch?v=P-ipaiZDYHM
Referencias
-Bök, C. (2015). The xenotext. Canadá: Coach House Books.
-Goldsmith, K. (2011). Escritura no-creativa: la gestión del lenguaje en la era digital. México: Sur+ediciones.
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