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Wonder Egg Priority: El trauma y su violencia a media voz | Versailles Anime #29

11 minutos de lectura

Versailles Anime #29, una columna de Francisco Maldonado


Este artículo contiene SPOILERS del argumento de Wonder Egg Priority. Estas revelaciones no te arruinan la experiencia de ver la serie, ya que es impactante con o sin spoilers, pero la advertencia no está de más.

Si hay algo que 2021 nos ha dado, es una cantidad sorprendente de grandes títulos, giros, revelaciones, arcos, finales y conclusiones en diferentes historias del manga/anime. No solo hemos podido avanzar en historias potentes como Re: Zero o Boku no Hero Academia, sino que hemos tenido gratas sorpresas como Tokyo Revengers o, la serie que en este caso nos llama a conversar, Wonder Egg Priority. Seguramente esta serie junto a Shadows House, sean de lo mejor que se tuvo en cuanto a historia, pero la potencia del shounen de peleas normalmente va a opacar este tipo de obras, con historias más profundas, relatos más lentos, muchas capas en los personajes y mucha más complejidad en el arco dramático.

Wonder Egg Priority es una serie original del estudio Cloverworks, que nos lanza una fachada de Magical Girls, la misma que atrapa inmediatamente, pero que para quienes hemos visto series de este tipo como Madoka Magika, sabemos que la historia va a torcerse mucho en algún momento. Una apuesta muy, pero muy arriesgada, con apartados filosóficos, sociológicos y psicológicos muy fuertes, que a momentos se vuelven realmente confusos y que pueden llevarte a desconectar por el ritmo con el que se cuenta la historia. Las batallas son un pretexto para simbolizar y significar la potencia del trauma, del dolor, del miedo, del abuso, de la depresión, la ansiedad, soledad, alienación y por supuesto, la muerte. Wonder Egg Priority pone sobre la mesa los temas de los que nadie quiere conversar, porque son impopulares, no llaman la atención, pero que, como la misma serie nos lo recalca, si se tratasen con menos recelo y más honestidad, muchas vidas se salvarían.

En los primeros minutos de la serie, podemos ver una clara representación de Alicia, a punto de entrar al país de las maravillas. La perspectiva de una ciudad dormida y Ai (nuestra protagonista), sentada en la calle viendo una luciérnaga muerta, la luz que sale del bicho se expande y contrae como su estuviéramos en presencia de algo mágico, pero un contraplano nos muestra que las luces de un auto eran el secreto de esa iluminación; el sonido de la bocina nos despierta del sueño, pero en las pupilas ha quedado grabada una imagen importante, un huevo amarillo perdido en medio de la calle. Wonder Egg Priority puede no ser una de esas recomendaciones inmediatas de la temporada, y no por un tema intelectualoide elitista, sino que realmente no es para todo el mundo, porque es difícil de digerir. Constantemente trata temas delicados que pueden herir la susceptibilidad del espectador y creo que a veces es sano respetar a aquellos que prefieren desviar la vista. Otra de las razones que hace a este anime no tan sencillo de recomendar, es su naturaleza impredecible, no solo porque es una obra original, sino también porque los directores a cargo del proyecto, no tienen mayor historia, lo que nos a lleva a la espera de que, en cada capítulo, la frágil cáscara de la emoción se quiebre.

Lo que es innegable, es que estamos frente a una obra con una sensibilidad inesperada. Una que, independientemente de que termine siendo un anime de culto o un muy querido desastre, utiliza técnicas asombrosas para tratar temas sensibles, un viaje a la introspección del dolor, que aprovecha todo lo que tiene a la mano para contarnos una historia única, de un tema cotidiano; que oculta una carga emocional gigante detrás de cada uno de sus combates y escenas de acción, en sus hermosos primeros planos que nos piden a gritos observar los detalles, y en la más que interesante estructura de su historia, que pasa de lo divertido a lo trágico con un mensaje potente. Este anime, es una historia preciosa, que nos presenta la violencia silenciosa del trauma.

Después de algunos artículos, puede parece demasiado repetitivo el asombrarse por la capacidad que tiene el anime para abordar temas delicados, de maneras que parecerían ser exclusivas de otros formatos, pero creo que, una de las cosas más gratificantes de ser seguidor y consumidor de este arte, es encontrarte con las maravillas de estos experimentos que sobresalen. El presenciar estas historias con narrativas que tocan fibras sensibles con un lenguaje nuevo, inexplorado y lleno de expresiones que también deseamos conocer. Puede ser un romance que habla del peso de superar un trauma, o un anime que refleje los impulsos más oscuros de nuestra adolescencia, o bien, una serie animada que nos presenta el nihilismo de una vida sin propósito. El anime parece entender estas experiencias y traducirlas a historias que, cuando funcionan, se convierten en un mensaje universal de estos temas. De esta forma, tenemos esta historia sobre suicidio y suicidas, sobre aquellos que quedan detrás y en medio, y principalmente, sobre esa violencia silenciosa que acompaña el dolor que acostumbra a impulsar estas decisiones.

Japón, en particular, tiene una peculiar relación con el suicidio, mucho más cercana que otros países en el mundo. Para empezar, la ausencia de una religión que condene este acto, modificó durante muchos años y hasta el día de hoy, la percepción que se tiene sobre él. Históricamente, el suicidio en Japón fue romantizado a través de la muerte con honor, mediante el conocido seppuku o hara-kiri. Esta idea regresó al país en la era militar, durante las dos guerras mundiales, con estructuras militares formadas alrededor del sacrificio, como los conocidos kamikazes. Estos grupos, no solo estaban constituidos en la idea del suicidio como una estrategia válida, sino que tampoco la condenaban como una idea moral o religiosamente incorrecta. Inclusive hoy, Japón se mantiene como una sociedad en la que el suicidio es algo fundido en su identidad; la misma existencia de lo que muchos antropólogos denominan como espacios de suicidio, como ejemplo, el bosque de Aokigahara. Esta idea se ve apoyada en las cifras, aunque desde inicios del 2000, la tasa general de suicidios ha disminuido, Japón sigue siendo el país desarrollado, con más índice de muertes de este tipo. Una idea que parece algo contradictoria, pero que, está acompañada de factores sociales, económicos y psicológicos, que hacen de este tema, más allá de que nos guste o no, hacen parte de la conversación del país y de las historias que se cuentan en él.

Creo que uno de los ejemplos más relevantes en el medio, es la película Jisatsu Sakuru, del año 2002 y que se puede traducir como El Club del Suicidio. Dirigida por Sion Sono, esta cinta es casi una historia de horror y suspenso, pero al mismo tiempo, una parodia de la visión cauterizada que el país nipón tiene acerca de este tema, y solo un grupo reducido de policías se consterna cuando grupos de jóvenes alrededor de Japón, deciden iniciar un movimiento en el que toman sus propias vidas como entretenimiento. Esta, no es ni por asomo la única historia de este tipo, Paranoia Agent (2004), del maestro Satoshi Kon, es una visión menos directa pero igual de cruda, de las presiones sociales, culturales y la casi parsimonia con la que este tema se suele tomar en Japón. Una voz silenciosa (2016) de Naoko Yamada, olvida los elementos más viscerales de este tipo de relatos, y nos presenta una visión mucho más emotiva de aquellas voces que no escuchamos, pero que piden ayuda a gritos.

También es curiosa la manera en la que el anime ha re significado estos mismos motivos y escenarios, transformando el sufrimiento y el sacrificio en una cualidad. No es secreto que el ámbito escolar es uno de los escenarios más hostiles e intimidantes de la sociedad japonesa (como en la mayoría), con humor, las series nos narran las historias de los estudiantes que no duermen por prepararse para la maratón de exámenes. Aliviando de esta forma, la realidad de una cultura en la que se fuerza a los más jóvenes a acumular y repetir montañas de conocimiento, bajo la presión permanente de grados y listas. Las historias shounen, nos muestran el abuso como la precuela de un protagonista que deberá levantarse contra su abusador y convertirse en la esperanza y luz de quienes lo rodean. Pero estas series, omiten el hecho de que estos ataques suelen ser grupales y no se limitan a lo físico, sino que se convierten ataques psicológicos y colectivos. Todo este contexto era necesario para entender que, estos temas no son atípicos de Japón y de su medio, pero que la manera en la que el trauma, la depresión, el abuso y el suicidio son abordados, pocas veces son tan íntimas. El dolor suele ser presentado como la condición previa y necesaria para el crecimiento, o las historias presentan el abuso de tal manera que sea meramente impactante.

Aquí, es donde la cualidad más importante de Wonder Egg Priority puede ser apreciada,y es la manera como la serie presenta el dolor invisible del trauma, a través de meta elementos como lo es su fotografía, dirección y diálogos. Lo primero que debemos entender dentro de este tipo de narrativas, es que lo más difícil es representar el dolor cuando este se muestra y no se cuenta, ya que, en esta historia, no tenemos un interlocutor que nos vaya explicando lo que pasa, las imágenes y su significado nos golpean, nos dan de lleno, nos incomodan y nos arrinconan. En Wonder Egg Priority, esta idea cobra más fuerza, en el apartado de dirección, la serie decide dividir claramente lo ámbito real del fantástico, para representar lo oculto del trauma. En el mundo real, es muy raro que los planos nos muestren violencia, dolor el trauma de los personajes, o al menos no lo hacen de manera directa. Esto es mucho más evidente en los momentos donde la protagonista toma lugar, jamás vemos a los abusivos en el mundo real, tampoco vemos a Rika cortándose, solo queda implícito en las imágenes, pero jamás vemos la violencia o los actos de forma explícita. Por otro lado, en el “país de las maravillas”, la violencia, crueldad y el dolor, rompen sus cadenas y dejan a un lado las apariencias. Los monstruos abusan físicamente de los fantasmas de los suicidas, unos altavoces anuncian las políticas del silencio al abusar a alguien, o una chica no encuentra otra opción más que rendirse ante la grotesca solicitud de un abusador. Es en este plano interior donde el dolor puede “ser”, porque es aquí donde también se encuentra dentro de los protagonistas. Es en este ámbito donde puede significarse, re significarse o enfrentarse, porque exteriorizarlo no resulta bueno, no es tractivo, no es de valientes, no es de gente fuerte.

El trabajo de fotografía en esta serie es asombroso, todo el tiempo se está esforzando por enviar mensajes, el leitmotiv del huevo, no solo representado en quienes deben ser salvados, sino en la posición fetal que es constante en nuestra protagonista en sus momentos de vulnerabilidad. La imagen del diálogo entre Ai y Neiru frente a un lago en el que, la imagen de ambas distorsionándose en el agua, nos entregan una metáfora preciosa sobre la misma dificultad que representa para ellas la imagen que tienen de sí mismas. El uso continuo del lenguaje de las flores que se mantiene capítulo tras capítulo, por ejemplo, las lilas naranjas del episodio 3, que representan riqueza, pero también orgullo. Las lilas blancas en los pasillos, que suelen ser un símbolo de pureza y castidad, pero que también se usan en los funerales, mismas flores que decoran el lugar donde conoceremos a nuestra primera suicida. O las prímulas púrpuras que vemos a los pies del cadáver de la amiga de Ai, que representan su desesperación. Muchos han comparado este anime con el trabajo de Naoko Yamada (Una voz silenciosa), por una razón, y es el uso de estos planos y espacios para dar mensajes más sutiles, que la trama se niega a dar en bandeja de plata. Los pasos dudosos frente a una puerta, o las manos tocando con arrepentimiento a aquellos que ya no están. Hay una decisión clara en cada uno de estos planos, como es el hecho de que en el mismo día que Ai recuerda que tuvo que esconderse en el armario y presenciar el abuso de su amiga entre las rendijas de una puerta, tenga que repetir lo mismo con la chica que protege, viendo lo que le sucede a través de las cortinas. Hay muchas cosas que la serie no nos dice de manera explícita, al igual que sus suicidas desesperados, Wonder Egg Priority nos grita de manera silenciosa que no seamos simples observadores cauterizados de lo que ocurre, nos suplica que pongamos atención a las heridas que revelan ese dolor no explícito.

Esta serie aprovecha su estética Moe y sus escenas de acción para ocultar los elementos más complejos de narrar, es una elección de estilo que le agrega más potencia al momento en que descubrimos el mutismo del dolor que nos presenta. Los diálogos entre personajes, jamás van más allá de las capas de blindaje que cada uno ha creado; por ejemplo, Rika nos revela que se inflige daño, que se corta, pero de manera incidental, nunca entra en detalles, nunca la vemos hacerlo, no nos dice cómo lo hace. En esta escena, podemos ver que hay mucho más allá de la arrogancia de Rika, pero estas revelaciones nunca van más allá de los límites privados que se les ha dado a las protagonistas. Y de nuevo, creo que hay mucho mérito en tener un anime que es capaz de traducir el lenguaje indirecto, metódico y oculto del dolor, el cual es evidente, pero muchas veces se esconce detrás de girasoles y sonrisas. Un dolor que pide que lo escuchemos, pero que tiene demasiado miedo a decir la verdad. Hay un espíritu fascinante en Wonder Egg Priority, que su producción ha exaltado con una correcta combinación de animación, música, historia y personajes, uno que como en pocos casos, y contrario a todo lo horrible que el mainstream de Netflix, HBO, Amazon y demás servicios de agenda nos ofrecen, sabe tocar temas necesarios y sensibles, con el tacto necesario. Sin duda, y desde mi punto de vista, fue la sorpresa más grande de su temporada y uno de los mejores animes del año junto a historias frescas como Shadows House y Odd Taxi. Esta serie, es el silencio convertido en palabras, un huevo no de oro, sino uno fracturado y al límite, que deja de ser algo para desechar y se convierte en un rompecabezas, uno que armado por las manos correctas, puede mostrarnos la belleza que existe en aquello que está roto.